jueves, 24 de marzo de 2016
miércoles, 16 de marzo de 2016
El Arte en el desarrollo humano
El arte nos ofrece la posibilidad de explorar el mundo a través de diversas miradas, de acceder a lo inexplicable, a lo fantástico y a lo invisible.
El artista, por medio de las diversas expresiones artísticas plasma sus fines, sus ideas, sus valores, sus sentimientos y sus emociones, creando formas simbólicas que faciliten el camino para acceder a estos mundos y conseguir la comunicación con sus semejantes a través del tiempo
Frente a la obra de arte visual “no hay receptores ni lectores, sino constructores e intérpretes” la apropiación surge de una postura interactiva, de acuerdo a las experiencias que cada individuo haya adquirido. En el programa dia se exploran las representaciones que los niños, según sus características sociales, culturales e históricas, construyen de la realidad
El arte se convierte en una herramienta que le permite al sujeto la posibilidad de creación y transformación de sí mismo, de su realidad y del entorno que lo rodea.
Al hablar del desarrollo de la inteligencia es más que una capacidad heredada y programada, se convierte en “un modo de acción humana que puede crecer a través de la experiencia y que es capaz de ampliar nuestra conciencia. El arte enseña que existe más de una respuesta correcta, con ello, el niño obtiene soluciones alternas que le permiten ser más tolerante con la diversidad. El arte también promueve soluciones creativas para su vida diaria.
Al explorar nuevas posibilidades el arte nos permite liberar y penetrar en el mundo de la imaginación, pero de qué serviría si nos quedáramos inmersos en nuestra vida imaginativa, hace falta que estos productos de nuestra imaginación puedan ser compartidos. El programa dia contribuye a crear este proceso de transformación en los niños.
Empecemos por verlo por la parte humana y social y concluir por la parte económica.
Yo creo que el arte es fundamental al desarrollo humano y social porque todos nacemos artistas. Simplemente ve a niños y niñas en preescolar. Curiosos, inquietos, con ganas de descubrir, crear y compartir. Sólo para que después hagamos todo para matar su iniciativa, apagarlos y hacerles conformar.
El arte es una capacidad humana que ha sido, es y será básica para el desarrollo de nuestra especie y nuestra sociedad. Es lo que nos permite darle un sentido trascendente a los acontecimientos de la vida diaria. En él desarrollamos nuestra facultad para sentir, plasmar, comunicar e inspirar a otros.
Hoy, más que nunca requerimos del arte y del espíritu artístico para revindicar nuestra esencia. Porque es precisamente a través del arte que podemos rencausar el quehacer humano para evolucionar de un pensamiento mecánico cerrado a una visión de vida más abierta e incluyente.
En cierta forma desde la revolución industrial se ha minimizado el valor del arte. Hemos sido condicionados a verlo como algo frívolo y superficial y no como una calidad y destreza que desarrolla lo mejor en nosotros mismos y que tiene la capacidad de impulsar a la sociedad a ser más justa y proactiva.
Detengámonos un momento para recordar como el arte ha jugado en papel fundamental en la historia de nuestra especie viendo algunas de las primeras muestras de civilización que se manifestaron a través de la pintura.
Recordemos las extraordinarias pinturas encontradas por Jean-Marie Chauvet en las cuevas en Ardéche Francia en el año 1994 que demuestran como ya hace 30,000 años nuestros antepasados estaban pintando, esculpiendo, creando joyería y posiblemente hasta componiendo música.
O que podemos decir de la maravillosa Capilla Sixtina cavernícola en las cuevas de Lascaux que encontraron cuatro adolecentes en 1940. Una verdadera obra maestra que data de hace 17,000 años, que consiste de cientos de pinturas figurativa y abstracta que adornan las paredes y techos de la cueva, haciendo un tributo a la vida, al captar el alma de su entorno.
Y finalmente hace apenas 5,000 años nace la escritura y con ella la posibilidad de plasmar la expresión biográfica de creaturas profundamente curiosas e inquietas que se maravillan ante la vida y su recién adquirida conciencia de su propia fragilidad y grandeza.
Sin duda, el arte en nuestra historia no es frívolo ni superficial. No, el arte surge como una capacidad humana que nos ofrece un extraordinario instrumento de comunicación que infunde poderosas emociones para construir y organizar una sociedad a través de la pintura, el baile, la música y la poesía.
Pero igualmente importante, el arte se convierte en una forma de explorar nuestra propia mente y la de los demás. Y nos enseña aspectos específicos de la vida dotándonos de una extraordinaria herramienta para establecer y ejercer juicio moral.
Traslademos esto al momento actual y al mundo de los negocios. Hoy cuando le hemos extraído casi hasta la última gota a la eficiencia de los procesos, el pensamiento artístico, esa capacidad de encontrar nuevas relaciones entre cosas existentes, adquiere una importancia sin precedentes.
El arte tiene la virtud de desarrollar todo nuestro ser. Utiliza la capacidad analítica y racional del hemisferio izquierda de nuestra mente, aunado a la sensibilidad y emociones del hemisferio derecho. Combinación indispensables para forma personas equilibradas, generosas y propositivas capaces de asumir responsabilidad y contagiar a otros a colaborar.
Y es por eso que es fundamental acelerar la enseñanza de arte en todos los ámbitos del quehacer humano. Desde la escuela hasta la oficina y el gobierno. Hay que desarrollar la iniciativa y creatividad en nuestros niños y recuperar esta facultad en nuestros jóvenes y adultos.
Por Juan Vargas
sábado, 12 de marzo de 2016
El arte en el renacimiento
Renacimiento es el nombre dado al amplio movimiento de revitalización cultural que se produjo en Europa Occidental en los siglos XV y XVI. Sus principales exponentes se hallan en el campo de las artes aunque también se produjo la renovación en la literatura y las ciencias, tanto naturales como humanas. El Renacimiento es fruto de la difusión de las ideas del humanismo, que determinaron una nueva concepción del hombre y del mundo. El nombre Renacimiento se utilizó porque éste retomó los elementos de la cultura clásica. Además este término simboliza la reactivación del conocimiento y el progreso tras siglos de estancamiento causado por la mentalidad dogmática establecida en la Europa de la Edad Media. El Renacimiento planteó una nueva forma de ver el mundo y al ser humano, el interés por las artes, la política y las ciencias, cambiando el teocentrismo medieval, por el antropocentrismo renacentista. Sin embargo, Vasari, había formulado una idea determinante, el nuevo nacimiento del arte antiguo, que presuponía una marcada conciencia histórica individual, fenómeno completamente nuevo en la actitud espiritual del artista. De hecho el Renacimiento rompe, conscientemente, con la tradición artística de la Edad Media, a la que califica, con pleno desprecio, como un estilo de bárbaros, que más tarde recibirá el calificativo de gótico. Con la misma consciencia, el movimiento renacentista se opone al arte contemporáneo del Norte de Europa. Desde una perspectiva de la evolución artística general de Europa, el Renacimiento significa una «ruptura» con la unidad estilística que hasta ese momento había sido «supranacional». Etapas Diferentes etapas históricas marcan el desarrollo del Renacimiento: La primera tiene como espacio cronológico todo el siglo XV, es el denominado Quattrocento, y comprende el Renacimiento temprano que se desarrolla en Italia. La segunda, afecta al siglo XVI, se denomina Cinquecento, y su dominio artístico queda referido al Alto Renacimiento, que se centra en el primer cuarto del siglo. Esta etapa desemboca hacia 1520-1530 en una reacción anticlásica que conforma el Manierismo. Mientras que en Italia se estaba desarrollando el Renacimiento, en el resto de Europa se mantiene el Gótico en sus formas tardías, situación que se va a mantener, exceptuando casos concretos, hasta comienzos del siglo XVI. En Italia el enfrentamiento y convivencia con la antigüedad clásica, considerada como un legado nacional, proporcionó una amplia base para una evolución estilística homogénea y de validez general. Por ello, allí, es posible su surgimiento y precede a todas las demás naciones. Fuera de Italia la Antigüedad Clásica supondrá un caudal académico asimilable, y el desarrollo del Renacimiento dependerá constantemente de los impulsos marcados por Italia. Artistas importados desde Italia o formados allí, hacen el papel de verdaderos transmisores. Los supuestos históricos que permitieron desarrollar el nuevo estilo se remontan al siglo XIV cuando, con el Humanismo, progresa un ideal individualista de la cultura y un profundo interés por la literatura clásica, que acabaría dirigiendo, forzosamente, la atención sobre los restos monumentales clásicos. Italia en ese momento está integrada por una serie de estados entre los que destacan Venecia, Florencia, Milán y el Estado Pontificio. La presión que se ejerce desde el exterior impidió que, como en otras naciones, se desarrollara la unión de los reinos o estados; sin embargo, sí se produjo el fortalecimiento de la conciencia cultural de los italianos. Desde estos supuestos fueron las ciudades las que se convierten en centros de renovación artística. En Florencia el desarrollo de una rica burguesía ayudará al despliegue de las fuerzas del Renacimiento, la ciudad se convierte en punto de partida del nuevo estilo, y surgen, bajo la protección de los Médicis, las primeras obras que desde aquí se van a extender al resto de Italia. Veámos algunos videos que nos explicarán mejor este período histórico y artístico:
jueves, 3 de marzo de 2016
Del humanismo moderno al contemporáneo
Al postular la Ilustración que el hombre gracias a su raciocinio encuentra fácilmente el modo para realizar el bien a su semejante, está señalando el humanismo más optimista de la época moderna. Este humanismo se encarnará en la doctrina liberal, en las ideas democráticas y la fe en el progreso, ideas dominantes en el siglo XIX; y, aún en las del siglo presente. Por lo mismo, el humanismo de la Ilustración influirá sensiblemente en la formación de las concepciones sociológicas posteriores.
Sin embargo, las expresiones optimistas heredadas de la ilustración sufren su más grande crisis con las ideas filosóficas de Nietzsche. La fe en el hombre es ahora repudiado radicalmente. Religión y moral, como expresión suprema de la humanidad del hombre, no son más que pruebas de lo vil, mezquina y servil que es la naturaleza humana. Nietzsche, explícitamente señala que «el hombre debe ser superado»; en estas palabras Nietzsche resume el naufragio de toda posibilidad del hombre aquí en la tierra. No en vano se proclama como el «primer inmoralista», señalando que lo último que se le ocurriría hacer, sería «mejorar la humanidad».
Desde otra visión, el cristianismo más contemporáneo hace referencia a un humanismo pleno. Se trata de un humanismo pleno porque, paradójicamente, es también teocéntrico. Al encontrar el humanismo cristiano el último fundamento de la dignidad del hombre en Dios, se constituye en un humanismo filial, no huérfano, si se quiere, dependiente, pero con una dependencia que libera y enaltece.
En cambio, en nuestra sociedad actual, denominada a partir de la Revolución Industrial sociedad de masas, el humanismo, que en toda la historia precedente supo poner en primer plano la plenitud de lo humano, es una imagen que día a día se desdibuja más aceleradamente.
Como es sabido, la sociedad de masas se caracteriza por haber adquirido enormes proporciones numéricas, a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Esta sociedad de masas, a partir de las innovaciones tecnológicas más contemporáneas, produce un consumismo inmanente cada vez más distante de los valores humanísticos que se desarrollaron desde Grecia hasta mediados del siglo pasado.
En esta sociedad de masas, el hombre pierde paulatinamente las especificidades y características que le eran intrínsecas a su propia naturaleza. De allí que la distinción de lo humano, esto es, ser individual y social, característico de la Edad Moderna, sufre un desplazamiento en favor a una nueva categoría de hombre aparecido, esto es, el llamado «hombre masa», propio de la sociedad postindustrial. Este hombre masa, no es sólo el producto de las grandes concentraciones humanas en mega ciudades o la consecuencia exclusiva del avance desmesurado de la ciencia y tecnología. Más que eso, corresponde al efecto del desarrollo de una paulatina desacralización del mundo que se ha venido gestando desde los comienzos civilizatorios. Por tanto, el hombre masa no es producto exclusivo de contingencias, sino del propio desarrollo cultural del hombre que ha llegado hoy a sus límites más extremos.
El desarrollo cultural del hombre ha sido, históricamente hablando, un proceso de continua desacralización del mundo. El mundo mágico de antaño pierde todo su encanto para dar paso al logos griego. A su vez, la naturaleza cada vez más desacralizada permite el desarrollo incesante de la ciencia y la tecnología. El producto final de este desarrollo tecno-científico, culmina en la actual fase con una completa desacralización del mundo en cuya periferia deambula el hombre masa de la sociedad tecnológica desprovisto de proyecto, perdido su sentido.
Pero además, la masa tampoco es aquella multitud vociferante de las jornadas políticas ni la opinión pública expresada a través de los medios de comunicación; es ante todo, un régimen existencial de la vida humana que impone una domesticación social inserta dentro de un aparato que regula todos los procesos colectivos fundamentalmente, los procesos psico-sociales. Los hombres quedan aprisionados dentro de este aparato produciéndose la despersonalización del individuo.
El hombre masa no sólo ha perdido su sociabilidad, sino que también su propia subjetividad para llegar a convertirse en un dato aislado, un dato inconexo, informe, en fin, engranaje de una gran máquina anónima que lo empuja y lo mueve hacia motivaciones y destinos que escapan a la decisión de su propio yo. Un hombre más que, en definitiva, se deshumaniza siendo engañado, explotado manipulado por una cultura de masas que atenta contra su autonomía.
En buenas cuentas, un hombre que ya no parece ser el centro del universo (antropocentrismo), en tanto un determinismo tecnológico ha estado debilitando esa posición. Porque ya todo se crea en función de la utilidad que pueda prestar tal o cual máquina; es decir, que el hombre cada día privilegia más el maquinismo ante que el humanismo, y esto se está tornando muy grave para la humanidad actual.
Desde el surgimiento de la sociedad de masas, ha ido aumentando el temor que la deshumanización del hombre se acreciente a límites insospechados. Porque las noticias nos informan cada día de trabajos abismantes que se están dando en toda clase de laboratorios
Desde el surgimiento de la sociedad de masas, ha ido aumentando el temor que la deshumanización del hombre se acreciente a límites insospechados. Porque las noticias nos informan cada día de trabajos abismantes que se están dando en toda clase de laboratorios
Así, no solamente se trata de grandes máquinas (grúas, excavadoras, etc.) que han reemplazado el trabajo físico de los hombres, sino que de robots con figura humana que se encuentran preparados para realizar los trabajos más refinados e inimaginables.
Del mismo modo se han estado creando sofisticadas máquinas que funcionan mucho más rápidamente y con mayor exactitud que el cerebro humano. En buenos términos, cada vez hay una mayor tendencia a reemplazar el pensamiento humano por el de las máquinas, en el sentido de que el cerebro humano ya no se encuentra disponible para pensar ciertas operaciones que le eran propias, porque ese campo ha sido ocupado ahora por computadoras que pueden realizar operaciones más complejas y numerosas que el cerebro humano.
Del mismo modo se han estado creando sofisticadas máquinas que funcionan mucho más rápidamente y con mayor exactitud que el cerebro humano. En buenos términos, cada vez hay una mayor tendencia a reemplazar el pensamiento humano por el de las máquinas, en el sentido de que el cerebro humano ya no se encuentra disponible para pensar ciertas operaciones que le eran propias, porque ese campo ha sido ocupado ahora por computadoras que pueden realizar operaciones más complejas y numerosas que el cerebro humano.
Pero no sólo se trata de máquinas o computadoras, se trata también de que los laboratorios están manipulando el genoma humano, es decir, revivir aquella vieja leyenda del Golem en búsqueda del hombre perfecto, pero ya no como un acto de creación de la naturaleza, sino una creación artificial del hombre, ahora en probetas. Incluso, ya la ciencia nos ha estado asombrando con los métodos y procesos de la clonación, que aunque sus resultados positivos se han experimentado sólo en animales, quedará siempre latente el peligro que los mismos se experimenten también en los seres humanos.
De este modo, en la sociedad de masas las relaciones entre los individuos son entendidas de acuerdo con categorías técnicas y reducidas a algo meramente funcional que impiden una auténtica comunidad. Porque se debe entender que el desarrollo de las nuevas tecnologías apuntan hacia una mayor individualización y aislamiento, tanto en el mundo del trabajo como en el de la enseñanza y hasta en el mismo ocio.
En este cuadro, que tan poco tiene que ver con lo humano, si cada vez más la sociedad de masas se está llenando de hombres técnicos antes que humanos, cabe preguntarse… ¿Qué sentido tendrá la Declaración de los derechos humanos en un futuro poblado por seres que han perdido o, a lo menos, debilitado su condición específicamente humana?
Porque, si bien la ciencia y la técnica nos proporcionan adelantos fabulosos, que van desde alunizar en la luna y adentramos en el cosmos, hasta penetrar el mundo infinitesimal de la materia con el auxilio de sofisticados microscopios y nos aligera la carga de nuestros trabajos y quehaceres hasta en el mundo de lo más doméstico, la mayor dependencia del hombre respecto de la ciencia y la tecnología nos pone, a la vez, como extraña paradoja, ante un futuro plagado de incertidumbres para los propósitos mismos de la humanidad del hombre y, con ello, lo que le es consustancial e intrínseco a la esencia de su propia naturaleza.
Fuente: Hernán Montecinos
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